EL SUSURRO CLANDESTINO

EL SUSURRO CLANDESTINO
"La Inducción sin abducción es ciega, la abducción sin inducción es vacía" "Jugar al juego por el bien del juego"

sábado, 8 de septiembre de 2012

La carga teórica de la observación en inteligencia


Hay una enorme diferencia entre ver y mirar. Ver, es solo eso, ver. Sin más. Se pude ver y no sentir ni captar nada. En el mirar, en cambio, existe intención. Hemos decidido qué ver y nuestra intención es conocer. Necesitamos mirar para verificar, para curiosear, para descubrir.

Una de las primeras cosas que se aprenden en un servicio de inteligencia, tanto si eres un agente clandestino como si eres un analista, es a saber mirar. Una conversación cualquiera tiene contenido, argumentos que examinar en busca de falacias lógicas, pero también tiene una forma, en la medida en que nuestro cuerpo refleja nuestros estados de ánimo, nuestra tensión o tranquilidad, por poner solo algunos ejemplos. El lenguaje del cuerpo ha sido ampliamente estudiado. De igual forma un bar puede ser un sitio donde la gente se toma tranquilamente una copa, pero también un local donde existen entradas y salidas y un auténtico sitio de entrenamiento para interpretar los estados de ánimo e intenciones de la gente que allí se reúne. Son sólo dos de los ejemplos más conocidos.

Saber mirar es también sumamente importante para los analistas a la hora de discriminar la información útil de la que no lo es. La experiencia y el conocimiento en nuestra área de especialización hace que nos fijemos en aspectos que pueden pasar desapercibidos para otros y a saber interpretarlos. Pero también es una capacidad innata en todo buen analista. Para el analista ver sin mirar es pecado o debiera serlo. Es una pérdida de tiempo acompañada de una perdida de información que pudiera resultar útil. El analista es curioso por naturaleza, busca los giros en lo que mira, no se contenta con causas próximas de los fenómenos, sino que busca las causas remotas de lo que observa.

Imaginemos que un pintor, un botánico y un leñador observando un paisaje en el campo. Los tres observan o miran el mismo paisaje, pero los tres ven cosas diferentes. Probablemente el pintor se fijará en el espectro cromático, en los colores, el botánico prestará más atención a los diferentes tipos de plantas y flores y el leñador volcará su atención en la clase de árboles y en la madera que pueden dar. Es decir, nuestras observaciones están mediadas en gran parte por nuestros conocimientos. A esto el filósofo de la ciencia Karl Popper lo llamó la carga teórica de la observación. ´

El observador no es un papel en blanco en el que se refleje de una vez toda la realidad tal como es, con sus características observables, sus conceptos y sus singificados, no es un espejo, sino que cuando, por ejemplo, observamos un automóvil con personas abordo, necesariamente tenemos que poseer previamente el concepto de automóvil y el significado del mismo y toda una teoría acerca de qué es cómo funciona, de modo que entendamos, al verlo, que es un coche que se aleja y no otra cosa. Además, poseemos conocimiento teórico que privilegiamos y contradice lo que podríamos concluir basándonos solamente en lo observado: sabemos que el automóvil que vemos a lo lejos de cierto tamaño es en realidad más grande, sabemos que esa pequeña cabeza corresponde a una persona que lo conduce: en fin, mucha teoría previa.


1 comentario:

  1. Solo los necios creen que deben hacer caso a lo que ven, por mucho que sepan mirarlo. Los expertos en conocimiento saben que lo sabio es conjugar lo que sabemos, lo que nos dicen y lo que vemos. En cualquier caso, un placer leer tus textos.

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